Ha tenido que ser en el acto central de la campaña del Partido Popular en Castilla y León, y que no se apunte nadie el mérito, celebrado en la capital burgalesa por decisión propia del presidente nacional, Feijóo como muestra de amistad y reconocimiento hacía Juan Vicente Herrera, cuando la militancia popular se ha volcado con el que fue durante varias legislaturas el presidente de la Junta.
Tras Feijóo, Herrera ha sido quien más ha concitado los aplausos de los cerca de 1.000 asistentes a este mitin electoral en el que estaban también todos los cargos públicos de la formación popular de la Comunidad Autónoma.
Ni Suárez, ni Ayala, ni Ibáñez, ni Lacalle, los asistentes se pusieron en pie y aplaudieron sin cesar a 'Juanvi' (me recordó a los congresos chinos y rusos donde nadie quiere ser el primero en dejar de juntar las manos).
Pude ver que en el acto de la Plaza de Santa María, a los pies de la catedral (vaya hortera que fue Ángel Ibáñez con lo de 'la emperatriz de las catedrales', frente a un gallego que se ha tirado media vida viviendo en la Plaza del Obradoiro, enfrente de la catedral de Santiago de Compostela) como Herrera se emocionó bastante más que cada vez que ganaba unas elecciones y lo hizo unas cuantas veces.
Ahora, 'cuando ve los toros desde la barrera', calla muchas veces al comprobar que en su partido prima más el ser mediocre pero siempre dispuesto a servir al que manda. Da igual que un día sea C y al siguiente F, lo que a muchos les importa es que su 'culo' siga ocupando un buen asiento, y si hay que seguir tragando, pues se traga. Todo sea porque 'el fin justifica los medios' y mucho más el de los que desde hace muchos años viven única y exclusivamente de esto.
Herrera comprobó este jueves, con su catedral mirándolo, que su estancia en la política se ha visto, aunque un poco tarde, recompensada con el agradecimiento de muchos que antes y seguro que después, opinaban y opinarán algo distinto a lo que este día han escenificado.
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