Por más vueltas que lo doy no salgo de mi asombro. Acabo de conocer las declaraciones de bienes y rentas de nuestros representantes en el Congreso y en el Senado y salvo error, porque omisiones hay muchas, en las mismas declaran lo que quieren y se olvidan de lo que les da la gana
Quiero centrarme en los casos 'más sangrantes', empezando por las señoras para que no me acusen de poner siempre por delante a los caballeros.
Sandra Moneo (PP) declara algo más de 37.000 euros de rentas del Congreso de los Diputados por su condición de parlamentaria. Desconozco a qué periodo de tiempo se refiere, pues si hubiera reflejado lo percibido en la pila de años que lleva en la Carrera de San Jerónimo faltaría espacio en esta opinión para escribir los millones percibidos.
Peor es el caso de Esther Peña (PSOE) que no ha declarado rentas al respecto, como si no hubiera cobrado también durante, asimismo, otra pila de años que lleva en ese puesto.
Por su parte, la senadora González (PP) tal vez por ser novata en estas lides, sí declara 56.700 euros como alcaldesa que ha sido de Aranda de Duero.
Pasando a sus señoríos, perdón, señorías hombres, tenemos a Lacalle (PP), senador que tampoco declara ingresos cuando lleva desde que 'toreaba Manolete' viviendo de 'la sopa boba' de un cargo político.
El culmen de los olvidos es sin lugar a dudas, Ander Gil (PSOE), expresidente del Senado, que nos quiere dar a entender que ha estado estos cuatro últimos años ocupando el cargo sin percibir ningún emolumento.
Si nos fijamos en Salvador de Foronda (PP) que sí declara rentas por importe de 120.000 euros, llama la atención su escaso saldo en cuentas, aunque claro con un Maserati (desde 100.000 a 175.000 euros de coste) es normal que apenas puedas ahorrar.
Como no todas y todos son iguales, aunque para la ciudadanía lo parezcan, hay que salvar en esta ocasión a Ibáñez y González (PP) y a Morales (PSOE) que 'parece' han sido consecuentes en sus declaraciones de bienes y rentas.
Termino reseñando que donde a ninguno se le ha olvidado dar información pública ha sido en el capítulo de préstamos e hipotecas, sin caer en la cuenta de que cuando nos fijamos en esos apartados llegamos a la conclusión de que la mayoría debe vivir en mansiones que para sí las quisiera la Sra Preysler.
Sumadas sus deudas nos da la cifra de 1.300.000 euros.
Ahora comprendo mejor porqué todos se pegan por llegar a esos puestos y ninguno quiere marcharse.